Una vez pasada la resaca metafórica del fin de semana del festival Caudorella (del 29 al 31 de marzo, en Barcelona), nos disponemos a pasar revista a lo ocurrido en algunos de los múltiples actos y espacios en los que transcurría el evento.
Viernes tarde:
Al llegar al Convent de Sant Agustí, en el Born barcelonés, uno se da cuenta que la elección del sitio es una baza a favor del festival.
Lo primero con lo que nos topamos al entrar es un agradable espacio al aire libre, tal vez demasiado vacío, y donde no hubiera sido mala idea colocar un escenario, aún a pesar de lo arriesgado de las fechas. Junto al patio interior, un porche de techos medievales altísimos donde poder tomar una cerveza tranquilamente y, detrás, el bar del convent.
Siguiendo la ruta que nos ha preparado la organización, nos encontramos con el pequeño espacio para la “fira” de sellos y entidades y, al final de la misma, una de las dos salas de conciertos (la otra está en la entrada de la calle Comerç).
Una vez hecho el paseo, y ya en situación, en la Sala Fira pudimos disfrutar del último tramo de la actuación de Mistakes Are Ok quien, tras un portátil y un controlador, nos brindó un directo hipnótico y ligeramente movedizo, difícil de calificar, que nos dejó un buen sabor de boca y muchas ganas de haber llegado antes de que empezara su actuación. Buen fichaje para Hivern Discs que acaba de sacar álbum.
Cambio de sitio: En una enigmática Sala Noble, parecida a una capilla, vemos a la no menos misteriosa Lucrecia Dalt, dispuesta en escena, con un bajo y varios artilugios electrónicos, destacando uno que va manipulando con los pies, una suerte de knobs. Mediante bases y efectos va jugando con su voz y con el bajo, que usa también para cautivar con ruidos sutiles. No cuesta perderse en su particular y sensual propuesta, dejando atónito al personal con su música, transmitiendo emociones, tema tras tema.
Vuelta a cambiar de sala y aguardando a que Vactor acabe de preparar lo necesario para empezar su concierto. Una actuación que acabó siendo muy corta y a la que le costó conectar con el público.
Propuesta experimental, plana por momentos.
Sábado tarde:
Volvemos al Convent de Sant Agustí. Un buen puñado de conferencias y alguna actuación junto a la nuevamente exigua feria "discográfica"... Aquí nos paramos.
La verdad es que el regusto que te deja esta iniciativa es un poco limitado. Un espacio increíble (el Convent de Sant Agustí) pero muy pobremente gestionado, sobretodo cuando nos ponemos a hablar de la feria: quizá el espacio que podría llegar a ser el más atrayente por intentar aglutinar a los actores de la escena alternativa de la música electrónica de Barcelona pero que al final se redució, con una pobre participación de entidades, a una pequeña sala donde se colocaron cuatro mesas, por la que era difícil desplazarse y mucho más difícil pararte un momento a charlar con alguno de los expositores.
Sábado noche:
La sala Apolo no presenta una mala entrada al llegar -irá incrementandose al avanzar la noche-. No llega a la altura de los días de los grandes nombres, lo que no quita que haya obtenido una muy buena respuesta para uno de los cierres de este segundo Caudorella.
Univac nos da la bienvenida al Nitsa, con música bailable y oscura pero con el regusto experimental característico del festival. Buenas sensaciones las del productor con nombre inspirado en la primera computadora construida con fines no militares.
Seguimos la velada con un corto dj set a cargo de bRUNA que empieza movido y poco distinguible, más orientado a la pista de lo habitual. No tardamos mucho en volver a reconocerlo cuando empiezan a sonar temas como “Idioteque” de Radiohead y otros de parecido ensamblaje.
Uno de los momentos más esperados del festival era el directo de Pina. Tuvimos la sensación que quizás el entorno visual y de espacio del Mira!, donde su aportación dio mucho más que hablar, era más adecuado para él. De todas formas, buena apuesta la de este chico con un presente y futuro muy prometedores gracias a la clase que destila su música, teniendo ese punto diferente que la hace reconocible -algo que se agradece actualmente-.
En último lugar, a las 4:30, y ya para cerrar la noche, la sesión de dj de Gus Van Sound, directa a la yugular para todo aquel que se hubiera quedado con ganas de moverse a base de ritmos más frenéticos. Lo decía el vj escribiéndolo en la pantalla tras el escenario: "Acid house, sin más dilaciones". Aunque no se quedó en la vertiente ácida solamente, sino que la combinó con partes más oscuras y technoides y otras más cercanas a la escena bass y post-dubstep como Lory D, basculando con destreza y maestría. Un gran acierto que leyó a la perfección el momento de la noche en el que le tocó salir.
Se abren las luces del Apolo y uno se va con la sensación de que, sin desmerecer el esfuerzo que supone montar un evento de estas características, a Caudorella le queda mucho por recorrer y mejorar. Aún con esta observación, no desaparecen las ganas de llegar al próximo año, a la tercera edición del festival, para poder seguir disfrutando de las propuestas locales que nos ofrece el festival... Propuestas muy diferentes a la tan a menudo pobre escena de clubs semanal que tenemos en Barcelona.
Lo mejor del festival: los artistas, los diferentes espacios de la ciudad donde transcurre, la apuesta por la experimentación y lo diferente. Llegando a dar la sensación, en el Convent de Sant Agustí, que uno está en el Sónar de día, con lo positivo de tal connotación.
Lo peor: todo lo relativo a la “fira”, los sellos y entidades que, cuando uno lee la programación, se espera mucho más y mejor organizado.
Ante todo, hasta el año que viene. ¡Allí estaremos!
Escrito por Inot Romero.
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